Fuente: http://www.perros.com/albumes/crinblanca/1472/ |
Jamás me he plantado con un NO tan rotundo. Cuando se ha planteado el tema de tener perro me he cerrado en banda y no he admitido ningún argumento. Realmente es cierto aquel dicho : "nunca digas de esa agua no beberé".
"Ni siquiera tiene dos meses..." "Solo estará dos o tres días, mamá"... El miércoles por la noche llegó Nana, una mezcla de pastor alemán y husky siberiano. Nacida en Barcelona con un destino curioso: un convento de monjitas de Altea. La república de Tarraco viene a ser un peaje... ¡menudo peaje!
Tímida las primeras horas. Los ciudadanos le prepararon su cuna en la cesta más grande que encontramos y una papilla de cereales con miel que devoró... Ahora come arroz y pan y longaniza... Hace fiestas y no me extraña. Mimada y consentida por todos (se entiende que yo no participo), que "es tan poco tiempo que no pasa nada". Con un día de convivencia -la han estimulado demasiado- he tenido que sacar el tendedor plegable. Lo necesito porque no puedo acceder a la zona destinada a este menester; habrá que investigar si hay un avispero.
Ayer la "tecnitas" me comunicó que los tres días se convertirían probablemente en tres semanas. Alegría y angustia del "segundo sufridor" que se hubiera quedado con la camada entera. Tiene la costumbre de adelantar mentalmente los acontecimientos y ya saborea de antemano la tristeza de la despedida. El primogénito se pasa ratos largos deseducándola; tan pocos días y no puede ir descalzo porque le muerde los dedos de los pies. Yo me limité a acariciarla y al poco unas manchas rojas pusieron de manifiesto mi alergia a los perros ... o eso creo.
Nana es ahora la atracción y la curiosidad de familiares, novios y amigos. Pensamos en organizar una jornada de puertas abiertas con refrigerio incluido. Este fin de semana será movido.
Pero lo que me inquieta es la situación de provisionalidad; una espera quizá demasiado larga. Nana está de paso. Inevitablemente cada jornada suma el natural arraigo de cualquier criatura, sea o no humana. Nos tendremos que hacer cargo de las vacunas ; también de esos mínimos para que no haga pipí donde ella quiera (el tema de las heces ya está controlado).
Acepté y me toca callar. Incluso a mí, que me resisto a aceptarlo, me inspira ternura. Me sorprendo a mí misma diciendo que es una perrita preciosa... Llegará el día que se irá y sus dueños serán otros. Dejará vacía la terraza. Volverá a estar limpia y ordenada. Quizá la bota del segundo sufridor ya no sirva para ser calzada.
Si he escrito esto hoy, no quiero ni imaginar lo que escribiré cuando despidamos a Nana.