El texto, firmado el 30 de noviembre de 2007, consta de una
introducción y ocho capítulos y se abre con el pasaje de la Carta de San
Pablo a los Romanos: Spe salvi facti sumus (en esperanza fuimos salvados).
"Según la fe cristiana --explica el papa en la Introducción-, la
redención, la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos
ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza,
una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro
presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y
aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y
si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino". Por
lo tanto, "elemento distintivo de los cristianos" es "el hecho de que
ellos tienen un futuro, (...) saben (...) que su vida, en conjunto, no
acaba en el vacío. (..) El Evangelio no es solamente una comunicación de
cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y
cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta
de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado
una vida nueva".
"Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa
recibir esperanza", explica el Santo Padre. Es algo que entendieron muy
bien los Efesios, que antes del encuentro con Dios tenían muchos dioses
pero "estaban sin esperanza, (...) sin Dios". El problema para los que
vivimos siempre con el concepto cristiano de Dios, subraya el Santo
Padre, es el estar acostumbrados al Evangelio: "el tener esperanza, que
proviene del encuentro real con (...) Dios, resulta ya casi
imperceptible".
El Papa recuerda que Jesús no traía "un mensaje socio-revolucionario"
como el de Espartaco y "no era un combatiente por una liberación
política como Barrabás o Bar-Kokebá". Lo que Jesús había traído "era
algo totalmente diverso: (...) el encuentro con el Dios vivo, (...) el
encuentro con una esperanza más fuerte que los sufrimientos de la
esclavitud, y que por ello transforma desde dentro la vida y el mundo",
"aunque las estructuras externas permanecieran igual". Cristo nos hace
libres verdaderamente: "No somos esclavos del universo" y "de las leyes y
de la casualidad de la materia". (...) Somos libres porque "el cielo no
está vacío", porque el Señor del universo es Dios, que "en Jesús se ha
revelado como Amor".
Cristo es el "verdadero filósofo" que nos dice "quien es en realidad
el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente hombre". "Èl indica
también el camino más allá de la muerte; sólo quien es capaz de hacer
todo esto es un verdadero maestro de vida". Y nos ofrece una esperanza
que es al mismo tiempo espera y presencia: porque "el hecho de que este
futuro exista cambia el presente". El Papa observa que "tal vez muchas
personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les
parece algo deseable. (...) "La crisis actual de la fe -prosigue- es
sobre todo una crisis de la esperanza cristiana".
"El restablecimiento del "paraíso" perdido, ya no se espera de la fe"
sino de los progresos técnicos y científicos, de los que surgirá "el
reino del hombre". La esperanza se transforma de ese modo en "fe en el
progreso" asentada sobre dos columnas: la razón y la libertad, que
parecen garantizar de por sí, en virtud de su bondad intrínseca, una
nueva comunidad humana perfecta".
"Hay dos etapas esenciales de la concreción política de esta
esperanza" - prosigue Benedicto XVI-: la Revolución francesa y la
marxista. Ante la evolución de la Revolución francesa "la Europa de la
Ilustración (...) ha tenido que reflexionar (...) de manera nueva sobre
la razón y la libertad". Por otra parte, la revolución proletaria "ha
dejado tras de sí una destrucción desoladora".
El error fundamental de Marx ha sido éste: "Ha olvidado al hombre y
ha olvidado su libertad. (...) Creyó que, una vez solucionada la
economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el
materialismo". "Digámoslo ahora de manera muy sencilla -escribe el Papa-
el hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin esperanza". "El
hombre nunca puede ser redimido solamente desde el exterior. (...) El
hombre es redimido por el amor". Un amor incondicional, absoluto: "La
verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las
desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos
sigue amando hasta el extremo". El Papa indica cuatro lugares para
aprender y ejercitar la esperanza. El primero es la oración: "Cuando ya
nadie me escucha, Dios todavía me escucha. (...) Si ya no hay nadie que
pueda ayudarme (...) Èl puede ayudarme". Después de la oración esta el
actuar. "La esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza para los
demás. Y es esperanza activa, con la cual luchamos (...) para que el
mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano .
Y solamente si sé que "mi vida personal y la historia en su conjunto
están custodiados por el poder indestructible del amor", "puedo esperar
". También el sufrimiento es un lugar de aprendizaje de la esperanza.
"Conviene ciertamente hacer todo lo posible para disminuir el
sufrimiento", sin embargo "lo que cura al hombre no es esquivar el
sufrimiento (...) sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar
en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que
ha sufrido con amor infinito. (...) Es también fundamental, saber
sufrir con los demás y por los demás. "Una sociedad que no logra aceptar
a los que sufren (...) es una sociedad cruel e inhumana". Finalmente,
otro lugar para aprender la esperanza es el Juicio de Dios. (...) Existe
la resurrección de la carne. Existe una justicia. Existe la
"revocación" del sufrimiento pasado, la reparación que restablece el
derecho".
El Papa se muestra "convencido de que la cuestión de la justicia es
el argumento esencial, o en todo caso, el argumento más fuerte en favor
de la fe en la vida eterna". Es imposible que "la injusticia de la
historia sea la última palabra. (...) Pero en su justicia está también
la gracia". "La gracia no excluye la justicia... Al final, los malvados,
en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a
las víctimas, como si no hubiera pasado nada".
(Roma,
(Zenit.org)
Jose Antonio Varela Vidal)
Encíclica Spe Salvi
No hay comentarios:
Publicar un comentario