domingo, 4 de enero de 2015

Tras el largo paréntesis.



Ha sido un paréntesis largo... involuntariamente largo... como largo y profundo es todo lo que sucede cuando se agolpa en el corazón y obliga a concentrarnos en el esfuerzo por caminar. Largo cuando lo que acontece se deposita en el alma y no se puede/debe contar. 

Como decía en el anterior post, lo justo... lo bueno... reside en volcar todo "hasta donde alcanzo". Han sido días de hospitalización y lenta recuperación. Una apendicitis fea que no calcula si las fechas son oportunas. Desde la habitación de la quinta planta de Santa Tecla, la más cercana al mostrador, he podido contemplar el Belén. Las noches de insomnio, de largos paseos recorriendo despacio el pasillo, han sido un peregrinaje desde el Pesebre para volver de nuevo al Pesebre. Historias personales de dolor las de los que ocupan cada cama, muchas de ellas incrementadas por la soledad, la vejez. Y el niño Jesús, pequeño y escondido en la cueva, se me antoja el paradigma real del sufrimiento. 

He gozado de una situación privilegiada; me tocó ventana. La Rambla San Carlos es el botón de muestra de la vorágine humana, de las prisas para ultimar las compras previas a Nochebuena. Cuando el cuerpo está dolorido  y el deseo para estos días es tan simple como poder incorporarte, conversar sin fatigarte y poder pasar el día de Navidad en casa, las comilonas y los regalos tienen el sentido que tienen; se ubican en el lugar que les corresponde. Y lo que ha quedado pendiente se archiva en la sección de irrelevante; ya no tiene el poder de robarte la Paz.

Tras el alta, varias intervenciones quirúrgicas de miembros de mi familia. Más hospitalizaciones... Mis ciudadanos dando el callo donde se les ha necesitado. No es imprescindible engullir las 12 uvas aunque sea el final y principio del año. 

Y Blanca... mi Blanca... mi querida amiga que está librando su última batalla tras seis años de lucha contra el cáncer. Su mirada, su risa contagiosa, esa vitalidad de mi navarrica... se apaga. Y yo no puedo ni quiero dejar de pensar en ella, rezar por ella,  de estar con ella desde la distancia... todas las horas del día... despierta y dormida. Intuyo que si pudiera hablar, si pudiera elegir unas palabras prestadas, probablemente se quedaría con las que transcribo.

Death is nothing at all.
"El amor no desaparece jamás.
La muerte no es nada. Tan solo he ido a la habitación de al lado. 
Yo soy yo, y vosotros sois vosotros. 
Lo que yo era para vosotros lo sigo siendo siempre. 
Llamadme por el nombre con el que siempre me habéis llamado; 
habladme como lo habéis hecho siempre, 
no utilicéis un tono diferente, ni toméis un aire solemne o triste. 
Continuad riendo de lo que nos hacía reír juntos. 
Orad, sonreíd, pensad en mí, rogad por mí. 
Que mi nombre sea pronunciado en casa como siempre lo habéis hecho, sin énfasis de ningún tipo ni tampoco rastro de sombra. 
La vida significa todo lo que siempre ha significado. 
No se ha cortado ningún hilo. 
¿Por qué debería estar fuera de vuestros pensamientos? 
¿Simplemente porque no nos podemos ver? 
Os estoy esperando, por un intervalo.
No estoy lejos; tan solo al otro lado del camino. Todo va bien."(Henri Scott Holland. Canónigo inglés 1847-1918)