jueves, 15 de mayo de 2014

Conjugando el verbo terminar.




Estamos en las últimas. Justo en ese punto que parece que ya no se puede más pero hay que esprintar. Para poder decir terminado hay que terminar... terminando, en durativo... aunque lo que dure cueste.

Ayer, mientras jaleábamos al Sevilla, me retorcía los dedos con las caras de dolor de un jugador al que se le había descolocado el gemelo. Las que hemos estado embarazadas conocemos bien esta sensación. Luego no sabes cómo apoyar el pie en el suelo. "Se arregla comiendo plátanos" "¿Seguro, mamá?" "Seguro...". 

La proeza de seguir en el campo hasta el último minuto del partido viene a ser lo que estos días se masca en la república. Los ciudadanos están cansados. El segundo finiquita de verdad. Prácticas por la mañana mientras cierra definitivamente el trabajo de grado y se examina de los últimos flecos. La tecnitas tarda el doble en abrir los ojos por las mañanas y sé que dormiría mucho más... Mi benjamina tiene tendencia a quedarse en el chasis... Está experimentando lo que significa un fin de curso universitario. Trabajos-prácticas-exámenes, todo de vez. Tiene facilidad para verbalizar el agobio y los mayores la escuchan... afortunadamente sin la cantinela del "y yo también". El primogénito ejerce en casa de lo suyo, un lujo de personal trainer. Recomienda dietas energéticas, ejercicios de relajación muscular... y asume encargos básicos para que los demás arañen las sobras del tiempo. 

Y yo... noto los años. No consigo recordar-me, ubicarme... en mis años de facultad, con finales también uno detrás de otro. Supongo que lo vivía parecido, pero ellos son ellos. Me noto blanda, con menos energía para decirles que esto es lo que hay. Me cuesta no adelantarme con la SOLUCIÓN del problema o con estrategias que en su día descubrí yo sola. 

Quedan dos semanas. Días intensos que se antojan interminables... pero terminan, como todo lo caduco. De durativo a perfectivo. Y terminando, que es gerundio.